Estudiar y trabajar, o quemarse las pestañas para agarrar lo que venga

En un país con más de 2 millones de desocupados y unos 7 millones que comparten diversos problemas con el empleo, la gratificación empieza por tenerlo, cobrar en tiempo y forma, ver cómo llegar a fin de mes, recién después ponderar cuán a gusto se sienten con lo que se hace y al final evaluar las oportunidades de progresar. Los Millennials, que desde 2020 constituirán la tercera parte de la fuerza de trabajo y cuyos talentos gozan de la reputación en el mundo de las RRHH de ser exigentes con las condiciones para integrarse a una organización, ya desde la etapa universitaria necesitan en más de un 50% trabajar mientras estudian. Pero la mayoría (63,3%) se resigna a hacerlo en actividades que nada tienen que ver con la carrera que siguen. De modo que sacrifican la posibilidad de cosechar experiencias que le sirvan como complemento a la formación profesional escogida, en la mayor parte de los casos, a fin de poder solventarla. Sólo en ciencias duras, como la ingeniería, la salida laboral aparece a mitad de camino. Para las orientaciones más requeridas por los chicos que recién empezaron el Ciclo Básico Común (CBC) de la UBA, como medicina, económicas, arquitectura, psicología y derecho, en ese orden, no suelen estar a la vista oportunidades en empresas del ramo elegido ni tampoco en el propio Estado, tierra de acomodados, e inclusive un 63% de los que buscan conchabo gracias si consiguen una changa para ayudarse con los gastos. 
Una de las frases hechas para describir frustraciones profesionales en los recurrentes ciclos de crisis en el país que hacen escasear las oportunidades de realización laboral es decir que “los arquitectos tienen que manejar taxis”.
Para adaptarse de entrada no más a esos avatares, del poco más de la mitad de jóvenes encuestados por la consultora Bumeran que declaró estudiar y trabajar al mismo tiempo, un 63,3% admitió que no se desempeñaba en un puesto relacionado con su carrera universitaria. 
Será que la necesidad tiene cara de hereje y hay que conformarse con lo que hay o que la orientación terciaria elegida no es por vocación o inclinación por habilidades, lo cierto es que no es mucha la experiencia específica que puede incorporar para cuando se reciba un estudiante de ciencias humanas empleados como operario en la industria automotriz.En muchos casos, percibir una buena remuneración justificaría las horas que le quita a estudiar mientras está en la fábrica y que, usualmente, ralentice la graduación, como reconoció el 58,4% de los consultados que trabajan y estudian.Nada menos que el 73,1% de los estudiantes que trabajan dijeron que respondía a una necesidad económica y sólo 24,3% que lo hacía para aprender y sumar experiencia en la carrera. Fueron excepciones (1,5%) los que argumentaron que les sobraba el tiempo y 1,1% expresó los que lo hacían para adquirir contactos.
Peor la pasa el 63% que precisa complementar ambas actividades y afirma no conseguir ningún conchabo y ni siquiera changas en estas épocas de escasez. 
Al 20% que quiere (y puede) concentrarse en la formación universitaria antes que alternar con algún compromiso laboral recién empezará a preocuparse por el CV cuando obtenga el título, lo mismo que el 16,7% que negó tener tiempo para ambas cosas.
El argumento es rebatido por un 53,4% de los consultados por Bumeran, quienes sostuvieron que a alguien bien organizado no debería afectarle la constancia en el estudio, si bien un  46, 6% reconoce que siempre le irá mejor en la facultad a quien solo estudia y no trabaja.
Uno de los precios que pagan aquellos que trabajan mientras hacen la carrera universitaria es que disponen de poco tiempo libre y para estar en su casa (el 71,2% estimó que eran más de 12 diarias), además de tener que sacrificar descanso para preparar materias cuando les toca rendir y someterse a un fuerte estrés por la inseguridad que provoca hacerlo a las apuradas. Un 35,4%, de hecho, aseguró sentir todas esas experiencias. 
Cuantificando dedicación extra, el 31,2% aseveró que estudia 4 horas extras semanales, el 28% un par más de horas, el 20,5% estimó 2 horas a la semana y una minoría (20,2%) señaló que destina más de 8 horas.
Cuantificando dedicación extra, el 31,2% aseveró que estudia 4 horas extras semanales, el 28% un par más de horas, el 20,5% estimó 2 horas a la semana y una minoría (20,2%) señaló que destina más de 8 horas.
La encuesta de Bumeran revela que la convergencia de estudio y trabajo va de mayor a menor:  67,23% al inicio, 25,3% en la mitad y, residualmente, 7,4% hacia el final.



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